10 septiembre, 2010

DA QUE PENSAR

Leyendo el otro día el blog de mi amigo Xuminu me sorprendió el post que había publicado, es un artículo que da que pensar y me parece que deberíais leerlo, ahí va:
La realidad del ciclismo?
Ante todo y antes de que nadie me tache de sensacionalista quiero dejar claro que con las palabras que vendrán a continuación no busco crear polémica ni causar una conmoción a los bloggers. Solo quiero exponer una experiencia real, de alguien que lo ha vivido desde dentro y reflejar en mi blog una serie de preguntas que seguro que muchos de nosotros nos hacemos a menudo. Hace unos días que reflexiono el tema y es que la conversación que mantuve con un cliente me dejó un poco tocado, me pegó una patada en la parte de mi corazón donde quiero entender el ciclismo como algo épico y heroico, de superhombres, de auto superación… y limpio.
Todo empezó charlando con un granadino, Pedro, catalán de adopción por profesión y cliente de la tienda donde trabajo. Vino a recoger su flamante Tarmac Expert SL ’10 y charlando me explico su experiencia con el ciclismo a principios de los ‘90. Desde pequeñito había practicado ciclismo como diversión, hasta que a los 16 años entró en el equipo del pueblo. Empezaron las carreras, recorrer kilómetros, intentar adelgazar para subir mejor… tanto le gustaba este deporte que en 3 meses perdió 22 kilos y el regordete Pedro pasó a ser un ciclista alto y muy fino. Apuntaba maneras, ganaba alguna carrera y a los 18 años pasó a formar parte de un equipo amateur, uno de los punteros en Andalucía, donde empezó a competir en amateurs. Pedro empezó a entrenar duro para poder llegar a profesionales, entrenando entre 30-35 mil kilómetros anuales, haciendo concentraciones en alto en Sierra Nevada y llevando una vida muy estricta. Su vida era levantarse, desayunar y salir a entrenar una media de 150km diarios, hiciera sol, lloviera o con viento. Daba igual. Tenía un entrenador personal que le planificaba los entrenos, un medico que vigilaba sus niveles y le aconsejaba y muchos compañeros que a su vez eran rivales. Como cada vez la cosa iba mas en serio, su medico le recomendó tomar una serie de substancias recuperadoras, para afrontar mejor los entrenos, con la particularidad de que ciertas de estas substancias eran inyectables. Por supuesto todo legal y permitido en teoría. Pedro pidió a los practicantes del pueblo que se los pusiera pero recibió la negativa en todas las puertas donde llamó, ya que nadie quería arriesgarse. Arriesgarse a que si era legal? En fin, Pedro tuvo que aprender a pincharse él mismo: lo hacia en sus glúteos y las primeras veces fue terrible ya que no lo hacia bien y las inyecciones le provocaban unas fiebres terribles y malestar. Pero las milagrosas inyecciones hacían que Pedro, al día siguiente habiendo dormido, se encontrara recuperado, con las mismas fuerzas y ganas que el día anterior y pudiendo entrenar al 100%. Empezaron las carreras de nivel, memoriales varios y carreras de semana donde ya se median con equipos profesionales donde a Pedro le sacaban los ojos, rodando a ritmos endiablados. Mientras él y muchos de sus compañeros tenían que dejarse la vida para seguir al grupo yendo acoplados, los pro’s iban charlando entre ellos y cogidos en la parte alta del manillar. Fácilmente. Muchas veces, a los 40 kilómetros ya los habían descolgado… Pero a Pedro, lo que más le frustraba era ver como, realizando el mismo entreno que sus compañeros, haciendo los mismos kilómetros y los mismos recorridos, siempre había un par o tres de ellos que les sacaban los ojos en todos los terrenos. No era normal, un escalador sufre llaneando o en contrarreloj y viceversa. Así que él vigilaba más la alimentación, intentaba entrenar más y mejor, cumplir los horarios de comidas y descanso… pero aún así no había manera. Su entrenador le sugería que probara en triatlón, dado que por su físico se le podía dar mejor, pero él no quería renunciar a su sueño y harto, se sentó un día a hablar con su médico y, tras comprobar que los análisis eran correctos y todo parecía en orden, le abrió una puerta: si quería mejorar y aspirar a pasar a profesionales como ya estaban apunto de hacer alguno de sus compañeros, debía poner encima de la mesa trescientas mil de las antiguas pesetas para un ciclo de EPO, como ya estaban haciendo los compañeros que siempre le sacaban los ojos.Pedro se negó, ni quería ni podía económicamente. Intentó continuar entrenando cómo hasta el momento hasta que viendo que no mejoraba se fue dejando, empezó a saltarse entrenos, a perder la ilusión, a salir de fiesta… en definitiva empezó a dejar de ser esclavo de la bici. Hasta que un día, al levantarse, decidió no salir. Se acabó el sueño, colgó la bici. Pedro pasó de todo a nada, entró casi en depresión y abandonó su carrera de INEF al cuarto año. Buscó un cambio de aires radical, olvidar el pasado, entrando en un cuerpo de seguridad del Estado. Los compañeros de su equipo que consiguieron pasar (alguno de ellos aún está activo en Portugal) cobraban apenas 120mil pelas cuando él, sin llevar la vida esclava de ciclista, haciendo 35 horas semanales y con más salud cobraba igual o más. Valía la pena tanto esfuerzo para tan poco a cambio? Valía la pena hipotecar tu salud a largo plazo por el sueño de ser ciclista? Pedro no se arrepiente de nada, además asegura que volvería a intentarlo, dado que el ciclismo le dio muchas alegrías, pero también le supuso un batacazo importante en su vida. Y ahora, con algunos años más, las milagrosas medicinas le han dejado alguna que otra secuela que intenta llevar como puede, como son trastornos hormonales que le hacen tener problemas de peso, aparte de problemas musculares y de circulación derivados de dejar la bici de forma tan radical. Pasar de hacer 150km diarios a nada de golpe no sienta bien al cuerpo.Y tras esta brasa donde quiero llegar? Pues que, aunque nos duela, el dopaje está ligado al ciclismo profesional por necesidad. Nadie, nadie puede pasarse 20 días recorriendo 3500km, con muchísimos metros de desnivel y a 40km/h de promedio y solo a base de pasta, fruta, bistec y buenos masajes. Además, los equipos lo tienen claro: si no andas estás fuera, es lógico, el equipo vive de los resultados. Así que es normal que los médicos del equipo busquen el método para hacer que sus pacientes anden más y mejor cada día, entrando en juego la química y los cálculos para poder doparse sin ser pillados en los análisis. Al igual que la industria de la bicicleta evoluciona, al mismo nivel o superior evoluciona la medicina aplicada a ello. Y cuando los organismos antidoping encuentran la manera de detectar una sustancia, ya hay otra mejor y que no detectan.Y todo para qué? Para hipotecar tu juventud, tu vida y posiblemente tu salud por un deporte del cual solo viven bien los cuatro elegidos. Sinceramente, lo entiendo aunque desde mi sitio actual no me parezca bien y os puedo asegurar que si yo me hubiera encontrado en el puesto de Pedro seguro que hubiera hecho lo mismo, la ilusión por pasar y poder vivir –aunque sea solo para ir tirando- de lo que más te gusta debe llegar a rozar lo enfermizo y debes mirarte el tema del dopaje con otros ojos, como algo necesario para cumplir tu sueño. “Los ciclistas profesionales son enfermos de la bici” me afirmaba Pedro, con todo lo bueno y lo malo que esto implica.Y quizás los aficionados también somos culpables. Exigimos dureza, más subidas y más duras, más velocidad, más palos, más gestos de dolor… como cuando Contador no pudo remachar a Schleck en el Tourmalet. Nos quejamos, protestamos, tachamos a Contador de muchas cosas… y si realmente ni uno ni otro pudo más? Hasta ahí llegaron y punto. Todo tiene un límite… y no debemos pedir más. Porque ya sabemos como se consigue y eso no es lo que queremos…
Bendita hipocresía.
Publicado en el blog de Xuminu el 7 de Septiembre:

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