02 julio, 2010

LA MENTIRA DEL TOURMALET

Leamos una historia apasionante resumida en un artículo de Gomez Peña aparecido ayer en el Diario El Correo sobre el mítico Tourmalet:
LA MENTIRA DEL TOURMALET
El Tourmalet, el puerto al que esta edición del Tour rendirá homenaje por su centenario, llegó al ciclismo a través de una mentira telegrafiada: «Atravesado Tourmalet. Stop. Muy buena ruta. Stop. Perfectamente practicable. Stop».
El mensaje lo envió el periodista Alphonse Steinés a su patrón, Henry Desgranges, el dueño del Tour. Así eran las comunicaciones en 1910. Andaba la ronda gala metida ya en líos, entre escándalos, agresiones y trampas. Desgranges creía que el éxito estaba en la épica, en buscar los límites del ser humano: etapas de 400 kilómetros, disputadas de noche, sobre caminos... En 1905 descubrió la subida al Ballon de Alsacia, el primer puerto del Tour. Y le gustó la agonía que vio. Pronto quiso más. Otro planeta. Entonces, Steinés le habló de los Pirineos, de rutas termales por las que iban expediciones a pie, contrabandistas de puntillas y los osos que venían de España. Diseñó sobre el mapa una etapa de 326 kilómetros entre Luchón y Bayona, a través del Peyresourde, el Aspin, el Tourmalet y el Aubisque. Desgranges dudaba. Era un viaje a lo desconocido. Pero Steinés le convenció para publicar ese reto en 'L'Auto', el periódico que organizaba el Tour. Lanzaron el desafío sin conocerlo. Eso es la aventura.
Steinés se atrevió con ella y casi lo paga. Pronto supo que, en realidad, el Tourmalet y el Aubisque eran caminos impracticables, para ganado. «Así que fui a verlos», contó medio siglo después en 'Cahiers du Cyclisme'. La visión fue desoladora: «El Aubisque no era practicable. En la ruta había agujeros en los que cabía un hombre». Steinés llegó en junio, un mes antes del Tour. Y poco después de que un 'Mercedes' se precipitara por un barranco del Aubisque. Cuatro muertos. «Conocer esa noticia me dejó helado. Me tocaba recorrer los cuatro puertos y no sabía si iba a regresar vivo», reconoció Steinés.
Primero transitó por el Aubisque y luego se entrevistó con el ingeniero jefe de Puentes de la zona. Le comunicó su intención: «En un mes, los ciclistas del Tour pasarán por aquí». La respuesta inicial del funcionario fue tajante: «Es imposible. Nadie puede pasar sobre ruedas por ahí». Steinés replicó: «Vengo de hacerlo. Si es una cuestión de dinero, podemos hablarlo». El aplomo de Steinés desarmó al ingeniero. Al final, el Tour aportó 1.500 francos, la mitad del presupuesto para echar algo de grava en el sendero. «Gracias a esto las viejas rutas termales acabaron siendo rutas nacionales», celebró mucho después Steinés. El ciclismo siempre ha asfaltado la montaña.
Resuelto el problema del Aubisque, quedaba el otro: el Tourmalet. El gordo. «Llegué en coche a Saint-Marie de Campan -la puerta del Tourmalet- y fui a desayunar al hotel, frente a la iglesia. Allí, unos me decían que se podía subir el col en coche y otros que no. Lo mejor era ir y probarlo». Eso hizo. Contrató a un chófer de la zona y se lanzó. Enseguida tropezaron con placas de nieve. Y pronto, el conductor se negó a seguir. Eran ya las seis de la tarde. Caía el día y por allí no había nadie. El piloto temía a los osos. «Mire las barras de medición de nieve, señor Steinés. Miden cuatro metros y están casi cubiertas», alertó el chófer. «Tanto peor, hay que seguirlas. Da la vuelta, baja y vete a buscarme al otro lado del puerto, a Baréges». Steinés continuó solo. A pie. Quedaban por cubrir una docena de kilómetros blancos, de hielo. Y negros, que ya anochecía.
«Partí solo. Al del un kilómetro ya no se veía ninguna barra. La nieve había sobrepasado los cuatro metros. Afortunadamente, me crucé con un pastor de ovejas». Un chaval. Con una moneda de oro le convenció para que le guiara hasta la cima. Tardaron dos horas y media en completar los dos kilómetros finales. Noche cerrada. Nubes de tormenta. Steinés, calado, aterido, pálido, ofreció un tesoro al mozo para que le llevara hasta Baréges. «No puedo. Si abandono a las ovejas, mi patrón me mata», le respondió. Y se largó con su perro ovejero. Otra vez, el periodista estaba a solas con el Tourmalet. «¿Qué hacer? ¿Esperar hasta que me rescataran? No. Me congelaría. O los osos españoles... Detrás de mí hay cuatro kilómetros de nieve y quince de camino hasta Saint Marie de Campan. Delante, cinco o seis de nieve y otros siete de sendero hasta Baréges. Allá voy».
A solas y en silencio
A tientas. Cayó por un barranco. No se partió nada. No tenía referencias. Andaba a ciegas, hasta que escuchó el sonido de un torrente. El cauce le guió hacia abajo. Caminaba de oídas. Al azar. Caía y se levantaba. La montaña le apaleaba. Pero había que domarla. «Tenía los pies helados. Estaba en un desierto helado. No quería morir en ese lugar hostil y desconocido, sobre cuatro metros de nieve». Durante horas caminó rodeado de esa angustia, «en el silencio siniestro y nocturno de la alta montaña».
Casi desesperado, se apoyó en una piedra. No era tal, sino una señal, un mojón kilométrico. «Lo abracé y me puse a llorar. Gracias, mi Dios». Poco después vio las primeras luces. Llamó a una puerta: «¡Soy un viajero perdido. Vengo de atravesar el Tourmalet!». El lugareño abrió: «¡Ah, señor Steinés. Todo el mundo os está buscando. Han salido en vuestro rescate». El pionero Steinés comió, durmió algo, fue nombrado guía de honor de Baréges y, en cuanto pudo, se acercó a la oficina de telégrafos para deletrear su mentira: «Atravesado Tourmalet. Stop. Muy buena ruta. Stop. Perfectamente practicable. Stop». Adelante el Tourmalet, que cumple ahora todo un siglo en el Tour de Francia.
P.D. Muy pronto espero que este coloso caiga en mi buchaca de cimas conquistadas. Ya os contaré.

2 comentarios:

Scalatore dijo...

Leer este articulo me ha traido recuerdos de hace casi un año, cuando ascendí por la vertiente de Bareges, y de hace 3 semanas, cuando lo hice por La Mongie. Como dicen por ahí, no es el más duro, ni el más bonito, pero es el Tourmalet.

Espero que el día que lo corones puedas disfrutar de unas buenas vistas y de un asfalto seco que te permita disfrutar en el descenso.

Nos vemos. Un saludo, Álvar.

DANDY dijo...

Desde este sabado pasado ya está en mi buchaca Alvaruky pero con mucha lluvia y un dia muy malo...tendré que volver... Salu2